Mi Noche Oscura del Alma (Parte 1)
Sin saber a qué me refería en el comienzo de esta experiencia, sentía que la estaba viviendo…
Comencé a experimentarla poco antes de cumplir 40 años y mi vida se tornó de un sabor parecido a la bilis, amargo, seco y muy, muy concentrado…de repente el mundo se hizo pequeño y el drama mental se hizo gigante.
Una cura de humildad se iniciaba, el mundo no sólo no giraba en torno a mí, sino que era yo el que rodaba por el mundo y mi fina piel empezó a arañarse y las heridas a infectarse.
Llegué no por convicción sino por aparente desesperación. Después descubrí que detrás de la desesperación se escondía la determinación, la voluntad y la paciencia.
Intuyo que la Vida no nos pone delante nada que no podamos vivir, y eso no se puede descubrir hasta que confías en la Vida, y no se puede confiar en la Vida si no confías en ti, y no puedes confiar en ti cuando encuentras culpables y causas externas a tu devenir.
Me sentí de rodillas, humillado, y esto sólo se puede sentir estando en el Ego, y ¡vaya Ego que descubrí! Irreductible, furioso y estratega. Cuantas veces se retiró para no ser vencido y lanzarme emboscadas nocturnas en las que amanecía cadavérico, desconectado y abatido. Abrir los ojos llegó a ser un problema, cuanta ternura me despiertan aquellas mañanas.
Cuanto conocimiento me dio esa oscuridad de mí y de mi miseria. Contemplarla y juzgarla desde mi Ego me hizo despreciarme y descubrir que tenía gente alrededor que me apreciaba, cuando no había ya energía, aparecía alguien y me tendía una mano, ¿qué podían ver en mí?, ¿cómo podía aparente contradicción darse? ¿Estaba ciego? ¿Con qué ojos me miraba a mí y al mundo? Y surgió la pregunta que me guio en la oscuridad, ¿quién soy Yo? Sabía que lo que veía no era la realidad, que lo que sentía no era yo, pero que era parte de mí…abrumado porque no conocía nada de mí, pero empecé a saber lo que no era, empecé a Desaprender. Comencé a descubrir que lo que deseaba no era lo que necesitaba, lo que creía bueno era fugaz y tenía un precio caro, que por mucho que corriera no podía huir de mí. Y me paré, cuando estás perdido lo mejor que puedes hacer es pararte, no vas a encontrar el camino, pero al menos no vas a agotar tu reserva de energía, vas a buscar referencias y en ocasiones te encuentras con alguien. Qué gran descubrimiento, ¡no tengo que pasar por esto sólo!, bueno sí…la noche oscura es de uno/a, la transitas tú, pero al otro lado del cristal alguien te anima y te jalea, si tú lo aceptas. Pues yo no estaba para rechazar ayuda. Y la ayuda llega, a veces como beduinos del desierto, que te ponen a la sombra y te dan agua, a veces como jueces implacables, que te sentencian y te asustan. A todos ellos/as les estoy agradecido, por la paz ofrecida en unos casos y por recordarme mis miedos pendientes en otros. Las grandes ayudan, siempre llegan “disfrazadas” y normalmente cuando no las esperas.
Una característica de estas Noches, es que estás en una alfombra sin suelo, y eso frustra mucho porque no puedes impulsarte para salir. Y entonces aparece la Fe, no es un concepto religioso, es lo que te queda cuando no te queda nada. Una vez más en mi camino me agarre a algo que no sabía lo que era, eso me permitió empezar a saber que no tenía que entenderlo todo, al menos intelectualmente, y que si aquello funcionaba estaba dispuesto a asirlo. ¿Y cómo agarras algo que no ves y no sabes lo que es? Pues con fe, es sencillo. Si tuviera que definirlo, diría que es una decisión de reconciliarme con mis emociones, ¿en base a qué y con qué objetivo? Confiar, confiar en mí y confiar en la Vida.
Empiezas a ver luz en la noche, te alegras y hasta crees que el alba te espera. Luego descubres que has encendido una linterna y que tiene poca batería. La apagas, hay que ahorrar, y vuelve a caer la Noche, pero ya sabes que has podido encender una luz, te vuelves un superviviente en una noche oscura y te preguntas ¿y el resto, no pasa por esto? Con desasosiego y envidia, constatas en esas noches de linterna que la mayoría no, que algunos sí, pero los pobres están más perdidos que tú, y los que la han transitado interpretas que son mejores que tú. Don Ego ha vuelto, juzgando y comparando. Enciendes la linterna, le echas el brazo por el hombro y sigues caminando. ¿Qué te impulsa a hacer eso? La fe o la fe de erratas ja, ja, ja. ¿Llegas a pensar que estás loco? Muchas veces.
La retina se acostumbra a la oscuridad y empiezas a distinguir sombras en ella, es extraño al principio, descubres que esas sombras son parte de ti y que en la claridad no puedes verlas, ¿tan distraído estaba? Volcado hacia fuera, buscando reconocimiento y experiencias placenteras, dejé de atender esa parte de mí, y me vi caminando de la mano con un Niño, que me sonreía, estaba siendo atendido y mirado.
